Mi X tiende a cero.

Y mis piernas cuelgan en el balcón. Luego estoy en la terminal de siempre y las personas se aglutinan en escaleras, autobuses verdes, tiendas. Sedentario y gregario. El ambiente está cargado de cosas nuevas, de inmediatez. Todo viene rápido y se va a la misma velocidad, las noticias rebotan en el techo metálico de la estación para más tarde volver a su origen. El presente se cuela por las puertas abiertas, el cielo es azul y tengo en la mano otra mano que me aprieta con cariño y mece mi brazo. Bocanadas de aire fresco para quienes están acostumbrados a perder y a perderlo todo.

Envuelto en incontinencia y bourbon, abril comienza con temor a ser raptado. Saludo, doy las gracias, agacho la cabeza. Me siento y, mirando por la ventana, rememoro humo y voces. Todo caliente y en ebullición. Mi vida y mis circunstancias dentro de una olla a presión. Sonrío cuando recuerdo mis miedos y los otros miedos. Relaciono eso del miedo con las razones por las que las personas se acercan a mí…»Dejad que los que tienen miedo se acerquen a mí; no se lo impidáis». Me cago en la puta pero sonrío. El sol aparte de quemar hace que te sientas valiente.

***

Cuando con ojitos de susto me contabas sobre las palabras y el viento de tramontana debí haber advertido toda la mierda que vendría detrás. El temor de los que son como tú hacen que las personas como yo nos volvamos descreídas y aceptemos la fugacidad como algo normal. Posabas tus manos en mi pelo y suspirabas, yo me dejaba hacer pero siempre tenía la espada a medio desenfundar. Despacito y con cuidado, me decía, pero si te hace daño ataca rápido.
Supe desde el inicio que era un animal herido. Acepté y asimilé su condición de eterno pasajero. Me dejé envolver por su elegancia al hablar y moverse, me enredé entre sus rizos, buceé por el agua en la que se ahogaba, hice que saliera a flote. Después de salvarle se fue, como tantos otros hicieron. Tiendo la mano, levanto y después un adiós o una despedida francesa, pero se van al fin y al cabo, y yo me tengo que rendir entre las horas y el mate mal cebado, me tiendo boca arriba sobre la cama y tiemblo, intento comprender la rutina que marca mis relaciones, por qué tengo que ser yo la ONG con patas, por qué soy la jodida y no la que jode.

Por eso ya no me sorprende que cada vez que las cosas salen bien yo ya tenga la mano en el revólver. Precaución máxima. Instinto de supervivencia. La culpa la tienen mis heridas mal curadas. Y eso que soy joven todavía, o eso dice mi DNI.

En cualquier caso oigo la palabra, esa que muchas se mueren por escuchar, por la que darían su vida o lo que hay bajo de su falda. «Quédate». Y yo borracha y despeinada, y yo en otra cosa y yo con un miedo que te cagas. Y todavía no se si quedarme o echar a correr.

 

Acerca de Alía Mateu

I'm the stranger.
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3 respuestas a Mi X tiende a cero.

  1. J. dijo:

    Te amo por esto; por lo demás ya veremos.

    Joder, gracias por pasar y dejarme ver lo que tienes.

    Abrazo.

  2. Yago Arenas dijo:

    Tu equis tendía a infinito. Y juraría que tiende, pero a otro.

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